Todo empezó con una pregunta incómoda…

Crecí entre montañas, observando cómo mis padres luchaban cada día para salir adelante. Mi padre me enseñó la importancia de la honradez, la disciplina y la determinación. Mi madre, una emprendedora incansable, vendía helados y “solteritas”, y yo le ayudaba a repartir almuerzos a domicilio. Gracias a ella, dejamos el campo y nos mudamos a Manizales.

A lo largo de mi vida fundé siete empresas; aunque algunas no prosperaron, siempre volví a levantarme, con una idea firme: los sueños grandes necesitan más que capital, necesitan coraje.

Una de estas empresas me marcó de forma especial. Vendíamos equipos de cómputo, redes, servidores, y construíamos infraestructuras tecnológicas para empresas. El negocio creció rápido y, por primera vez, sentí que estaba construyendo algo grande, algo que impactaba a las personas.

Sin embargo, el éxito trae consigo preguntas nuevas, y una de ellas cambiaría mi rumbo por completo…

Una noche, mientras estaba solo en mi oficina, me detuve a reflexionar:

La vida es causa y efecto. Todo lo que hacemos deja una huella, visible o no.

Las cosas iban muy bien, las instalaciones crecían, y mi nombre comenzaba a resonar en el sector. Pero algo no encajaba. Sabía que, aunque construía un negocio exitoso, mi impacto iba más allá de las ventas.

¿Qué había pasado con todos los equipos electrónicos que había vendido?

¿Dónde estaban esos computadores, servidores y metros de cables después de 30 años? Todos esos residuos estaban contaminando el mundo que algún día dejaría a mis hijos. Esa noche no dormí.

Decidí que algo tenía que cambiar.

Investigué, pasé noches leyendo y descubrí el concepto de

RAEE: Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos.

Todos esos equipos que alguna vez vendí ahora eran basura tóxica en algún lugar del planeta. Comprendí que mi éxito estaba creando un problema enorme para el mundo.

En 2016, con la ayuda de expertos y de la Cámara de Comercio de Manizales, empecé a trabajar en un proyecto que requería más paciencia de la que jamás había tenido. Fue un proceso arduo de tres años de trámites donde parecía que cada paso era como caminar en lodo espeso.

Cuando finalmente el proyecto fue viable, llegó el reto más difícil: obtener la licencia ambiental.

Parte del proceso era alquilar una bodega y equiparla como si estuviéramos listos para empezar, aunque no podíamos mover ni un solo aparato. Meses enteros pagando por una bodega sin poder operar. La caja se agotaba, el tiempo corría, y dependíamos de la revisión de una entidad que podía aparecer en cualquier momento.

Finalmente, obtuvimos la licencia en 2020. Pero en ese momento llegó la pandemia. Nos detuvimos seis meses más. Me negué a despedir a alguien. Mantuve a flote cada uno de los sueldos porque esas personas habían creído en mi sueño desde el principio. Fue un tiempo de incertidumbre total, donde aposté todo lo que tenía a una sola carta: resistir.

En 2021, reanudamos el trabajo con más fuerza que nunca. Habíamos aprendido a ser resilientes, y ningún obstáculo sería lo suficientemente grande para frenar nuestro avance.

Así nació Econet

Nuestro primer paso fue educar. Empezamos a capacitar empresas, colegios, universidades e instituciones, sembrando una semilla de conciencia ambiental. No solo recogemos residuos electrónicos; devolvemos algo al planeta. Gracias al apoyo de nuestros clientes, destinamos un porcentaje a la reforestación y apoyamos causas sociales que generan un impacto real.

Hoy, somos una empresa realmente comprometida con la recolección y transformación responsable de residuos electrónicos.

Pero este viaje es solo el comienzo.

En Colombia, la normatividad frente al RAEE es nueva, y no tenía referentes claros, así que decidí salir al mundo a descubrirlo por mí mismo. En mi búsqueda de soluciones, viajé a Alemania, Polonia y Holanda, investigando y aprendiendo de empresas con experiencia en este campo, con el objetivo de construir un modelo sostenible que impacte positivamente tanto en el medio ambiente como en las comunidades.

Y ahora te pregunto a ti: ¿dónde han terminado todos los dispositivos que has usado?

Lo que realmente quiero es que tú también seas parte de esta historia. Porque al final del día, la verdadera pregunta no es lo que nosotros estamos haciendo, sino lo que tú estás haciendo.

¿Estás ayudando a construir un futuro más sostenible, o simplemente estás contaminando el mismo mundo que dejaremos a nuestros hijos?

 

La decisión es tuya, y nosotros estamos aquí para ayudarte a tomarla.

Solicitar recolección